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Inglaterra y sus planes contra España
Inglaterra representa la antítesis de la Hispanidad; es la cabeza del Reino Unido, enemigo secular, y epítome del modelo de explotación y supremacismo blanco anglosajón.
Tengamos memoria. Nada es baladí.
Desde el ominoso Cromwell – el verdadero padre de esta nación inicua que reemplazó a la Inglaterra de Tomas Moro-, que profetizara odio eterno a la España que venía humillando a Inglaterra durante decenios (al modo como Anibal juró odio eterno a Roma), así España ha sido el enemigo de Inglaterra, que sin descanso se reponía derrota tras derrota, durante 300 años y que ha apoyado siempre a las oligarquías portuguesas para evitar una potencia hegemónica en Europa y en el mundo, que los minorizase.
Pese a sus esfuerzos, así ocurrió durante la Unión Dinástica (1580-1640), periodo de tiempo que el francés Hippolyte Taine denominó «el periodo superior de la Hispanidad; la España de 1500 a 1700».
Contra esa España potencia mundial, «luz de Trento», «espada de la cristiandad», «ejemplo de occidente», en el 1711 se publicaba un libelo con el título «Propuesta para humillar a España» -base del Plan Maitland-Pitt del XIX y que fracasaría por dos veces en Buenos Aires, en 1806 y 1807-, siendo 1711 el año del Acta Fundacional y de la Union Jack.
ESTO ES; Reino Unido debe su unidad a España. Escocia fracasó (como antes Holanda o Suecia en norteamérica) y se arruinó a principios del XVIII en su aventura en la selva del Maidan, en la actual Panamá, persiguiendo el sueño de una Nueva Escocia que controlara el paso de las mercancías del Pacífico al Atlántico por el istmo.
Después de perder con España y de miles de muertos escoceces el Reino de Escocia entró en bancarrota y pidió ayuda al Banco de Inglaterra, a lo que accedió Inglaterra a condición de la unión junto con Gales en una unidad británica; el Reino Unido de Gran Bretaña.
Tras siglos de derrotas, Inglaterra forzó una unión con sus vecinos para ser más fuertes, una lección que debe aprender la Hispanidad.
Las Malvinas, Gibraltar o el Asequibo venezolano son un doloroso recuerdo de nuestra desunión y debilidad.
Aún y a pesar de la unión británica, se decía, siguieron perdiendo; en 1741 tuvieron la derrota más grande desde la ContraArmada de 1589-90 y hasta el XX, en las guerras mundiales, o el ya mencionado enésimo intento de ganar militarmente a España en América ya en el XIX, saldado con la derrota en el Virreinato de la Plata y su expulsión al mar, por dos veces (1806 y 1807).
Esa Inglaterra, y no otra, es la enemiga secular a la que representa Isabel II.
Mientras, al hecho luctuoso de la muerte de la monarca, los átomos surgidos de las secesiones y la desunión, humillados, responden cada uno a su manera, con grandes dosis de subordinación.
Mientras Argentina ha compartido un escueto comunicado, otros países de la Hispanidad responden con un dolor vomitivo para con quién es -o era-, la cabeza del país origen de parte de sus desgracias; el país que sufragó Logias en Londres como la de «los caballeros racionales» de Miranda, agente inglés, trasunto de la posterior Logia Lautaro, de San Martín y cía. El país que vació los depósitos de los virreinatos y las capitanías y que prestó con intereses usureros al criollismo para las secesiones y a todas las partes en conflicto en las posteriores guerras civiles y de unos contra otros en toda América, decenas de conflictos sanguinarios y fraticidas entre quienes hacía sólo unas décadas eran compatriotas en la otrora España pentacontinental y por territorios antes comunes… Una completa estupidez, ilógica, origen de un mar de sangre antes hermanada.
Esa es la Inglaterra o Reino Unido que representa Isabel II. La Inglaterra del opio en China y el intento de convertir a un país en drogodependiente, o el de las hambrunas consentidas en India por interés de la metrópoli.
Es que no tenemos memoria?
Inglaterra, el Reino Unido hoy, y la angloesfera en su conjunto, con EE.UU. como el heredero matón, es nuestro enemigo. Siempre lo fué y lo es, porque en su mentalidad tienen muy presente que «Una España importante es peligrosa» (Henry Kissinger, 1975), y siempre procurarán la minorización de la Hispanidad.
La miopía actual recuerda a las Américas españolas que en 1800 eran la parte más rica del continente, con Méjico o Lima como ciudades más opulentas que Nueva York.
La miopía de la España americana secesionada por el interés de las clases burguesas y dirigentes, una atomización abandonada a los préstamos usureros, a vender materias primas y comprar manufacturas, novoestados paupérrimos, pequeños, débiles y pendientes del pago de la deuda externa sempiterna, y adoptando el modelo de explotación anglosajón arrebatando tierras a los indígenas con títulos de propiedad españoles desde el s.XVI.
Esta mentalidad servil admira desde afuera el boato y la ceremonia de una monarquía anquilosada con ojos embobados, una monarquía creada con la muerte de 88 millones de personas, que es el cálculo estimado del coste en vidas del Imperio británico, en sólo 80 años de existencia.
La Hispanidad subyugada por la deuda bicentenaria, es particularmente anglófila en ciertos países, como en Chile. Una Chile que en 1982 babeaba como el perro de Pavlov por la Patagonia y que provocaba que Argentina luchara con Reino Unido con una mano atada a la espalda.
Quienes olvidan, porque nunca se les enseñó en una educación reglada negrolegendaria, que en 1810 éramos la parte más rica del mundo y una potencia global -aún-, a pesar de tener el peor rey en el peor momento, repiten con ojos en blanco, y espasmos de emoción, «qué elegancia! qué pena que no fueron finalmente nuestros colonizadores», olvidando que España no tenía colonias, todo era España, y que España dió dignidad a los indígenas donde en Australia eran ganado hasta el censo de 1968. Olvidan, en suma, a una España que creó una relación simbiótica entre las Españas plurales y esparcidas por el globo con el mayor periodo de paz y prosperidad en esos territorios, con sus errores y sombras.
Pero olvidan algo aún más importante; en verdad la Hispanidad es hoy eslabón o eslabones de la cadena imperialista de la angloesfera, como enunciaría el marxismo.
Estamos emasculados, al servicio del interés de EE.UU., especialmente, como es el caso de España y su encuadramiento en la OTAN. Somos colonias innominadas, controlados por organismos internacionales (FMI, Banco Mundial, etc), por la deuda externa eterna, cooptados líderes y cuadros, y siendo eliminados los disidentes, con independencia de su ideología.
Por eso, dar pábulo y atención mediática a todo el boato de la muerte es particularmente humillante.
Como los tres días de duelo en Brasil de Bolsonaro (Reino Unido financió las facciones que intentaron dividir el Brasil del I Imperio) o en Madrid, decretados por la inefable Isabel (sic) Ayuso, representante de ese PP que puso un monumento a Margaret Tatcher con ocasión de su fallecimiento, otra muestra más de subordinación cultural.
Mi crítica ante tanta atención vomitiva no es por la figura de la Reina fallecida, sino por «adorar’ a lo que significa o ha significado esa monarquía para la Historia de la Hispanidad.
Al fin, nos hicieron colonia cultural, con la inestimable ayuda de su primo americano.
Me pregunto; qué dirían Felipe II, Blas de Lezo, el indígena Aqualongo, Cortés, Pizarro o Liniers?
Se avergonzarían de esta España y esta Hispanidad. También Isidoro de Sevilla, el Cardenal Cisneros, Fernández de Córdoba o tantos miles de grandes nombres y millones de anónimos que dieron su vida por la España global, por una Hispanidad fraternal, unida y en paz.
Parafraseando a Seineldin, cabría recordar que se honra a la cabeza del estado «de donde han salido los mayores males de este país».
Y si como afirmaba Blas de Lezo, «todo buen hijo de español, debe mear siempre en dirección a Inglaterra», tal vez en un exceso, es inaudito de todas todas que desde la Hispanidad se den tantas muestras de subordinación cultural…
Veremos la comparación con el Rey Juan Carlos I.
Recordemos a otro argentino, como Liniers, pero contemporáneo, que 200 años después echaría al mar de nuevo a la Pérfida Albión si pudiese, con toda seguridad, y a pesar de su sangre italiana; «es necesaria una insubordinación fundante», tal y como enunciara el autor rosarino Juan Marcelo Gullo Omodeo en su obra homónima.
Ya basta de rendir honores a la cabeza del estado o emblema de un país éticamente miserable, vil hasta el límite que su interés le ha demandado en su devenir histórico.
Respeto a la persona, pero no a lo que representa.
Sudamérica para Inglaterra
La obra Emancipation of South America, the glory and interest of England (La emancipación de Sudamérica, la gloria e interés de Inglaterra) fue escrita por William Burke y publicada en 1807. Se trata de un plan inglés para llevar a cabo la secesión de las Españas americanas bajo protección inglesa e incorporarlas definitivamente a su esfera de influencia económica. En el mismo, Burke expresaba: «Francia amenazaba con hundir el comercio inglés y excluirlo de casi todos los puertos. Los sudamericanos eran territorios inmensos y las ventajas, extensión y riqueza de los mismos no debían pasar a Francia sino incorporarse definitivamente a Gran Bretaña.» Burke promueve a Miranda como el ejecutor de la secesión de Hispanoamérica de España y afirma: «No hay duda de su éxito si el gobierno británico le asiste con 4.600 soldados.»
Fuente: La involución hispanoamericana de Julio C. González.
(Spykman)
Henry Kissinger
«Una España fuerte es una España peligrosa»
(Kissinger)
«No queremos un Japón en la frontera»