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Las encomiendas y su abolición provocó una guerra
La guerra de las encomiendas
España aplicó sus leyes y aplicando la justicia abolió las encomiendas. Se produjo la rebelión de los encomenderos.
Muchas veces los que no saben de Historia repiten como un mantra frases hechas como …
«Papel mojado las leyes de España…»
Lo que tampoco saben es que esos papeles de leyes estaban mojados…De la sangre.. De los que se atrevieron a desobedecerlas y de los que lucharon por hacerlas cumplir…
Sirva de ejemplo….Como pasó en el Virreinato del Perú…
La rebelión de los encomenderos
La Gran Rebelión de Encomenderos del Perú fue un conflicto armado entre los encomenderos españoles en el Perú contra la corona española, en protesta por la promulgación de las Leyes Nuevas de 1542 creadas por el rey Carlos I de España, «a propuesta del propio Bartolomé de las Casas, que protegían a los indígenas prohibiendo las encomiendas y limitaban las acciones de los encomenderos.»
Su líder principal fue Gonzalo Pizarro que durante la revuelta, fue nombrado por los que le apoyaban Gobernador del Perú (1544 – 1548).
Derrotado por Pedro de la Gasca, en la batalla de Jaquijahuana (9 de abril de 1548), fue apresado, enjuiciado, condenado a muerte y decapitado en las cercanías del Cuzco.
En 1544, el rey Carlos I de España envió a un representante al Perú, Blasco Núñez Vela, como primer virrey del recientemente fundado Virreinato del Perú, que se formó en reemplazo de la Gobernación de Nueva Castilla, luego de las estrepitosas guerras civiles entre los partidarios de Francisco Pizarro y Diego de Almagro.
Junto con él llegaron los 4 oidores que conformaron la Real Audiencia de Lima: Diego Vásquez de Cepeda, Juan Álvarez, Pedro Ortiz de Zárate y Juan Lissón de Tejada.
Este Virrey Núñez Vela tenía por encargo imponer la autoridad real en desmedro del poder adquirido por los conquistadores.
Así, se le encomendó asegurar el cumplimiento de las Leyes Nuevas, promulgadas en 1542 para proteger a la población nativa del Perú.
Rechazo de los encomenderos
A pesar de este mandato real, los encomenderos se negaron rotundamente en renunciar el poder y a la soberanía sobre el Perú, igualmente a Gonzalo Pizarro, por ese entonces rico encomendero en Charcas, que había recaído en él y en sus hermanos por la Capitulación de Toledo.
Ante esto, los encomenderos indignados realizaron protestas y organizaron una rebelión, eligiendo a Gonzalo como su líder.
El hermano menor de los Pizarro marchó al Cuzco, donde fue magníficamente recibido y proclamado procurador general del Perú para protestar las Leyes Nuevas ante el virrey y, si fuese necesario, ante el propio rey (abril de 1544).
Al mismo tiempo ..El virrey Núñez Vela enviado por el REY Carlos I de Castilla llegó a Lima, la nueva capital del virreinato, y tomó el cargo el 17 de mayo de 1544.
«Poco después, encarceló a Cristóbal Vaca de Castro, exgobernador de Nueva Castilla, y lo envió de regreso a España por no haber hecho cumplir las nuevas leyes que se le ordenó poner en práctica»
Sin embargo los oidores de la Real Audiencia, para ganar popularidad, se inclinaron a defender los derechos de los encomenderos y resolvieron deshacerse del nuevo Virrey.
Al efecto, formaron un tribunal en el atrio de la catedral el 18 de septiembre de 1544, la Audiencia pronunció la destitución del virrey y ordenó su prisión con asentimiento general del vecindario.
El 20 de septiembre el virrey fue embarcado por el portezuelo de Maranga y conducido a la isla San Lorenzo para ser entregado al oidor Juan Álvarez, bajo cuya custodia zarpó el 24 del mismo mes rumbo a Panamá.
El oidor Diego Vásquez de Cepeda, por ser el más antiguo, asumió la dirección política del virreinato.
El 28 de octubre, el ejército de Gonzalo Pizarro compuesto por 1200 hombres provistos de numerosa artillería y desplegando el pendón real de Castilla, entró a Lima.
Los oidores, entre jubilosos y temerosos, lo recibieron por Gobernador del Perú…Sin embargo, estando en alta mar, El Virrey Núñez Vela fue liberado y desembarcó en Tumbes.
Gonzalo respondió nombrando a sus tenientes como gobernadores: Alonso de Toro en el Cuzco; Francisco de Almendras en Charcas; Pedro de Fuentes en Arequipa; Hernando de Alvarado en Trujillo; Jerónimo de Villegas en Piura y Gonzalo Díaz de Pineda en Quito.
Rebelión contra la Corona
La rebelión contra la Corona española ya era un hecho.
El virrey Blasco Núñez Vela luego desembarcar en Tumbes, ocupó San Miguel de Piura y continuó hacia el sur.
Enterado Gonzalo Pizarro, salió de Lima con sus fuerzas y se dirigió al norte, llegando a Trujillo.
El virrey retrocedió entonces, temiendo el poderío de su adversario y volvió a Quito a marchas forzadas, largo y fatigoso trayecto que realizó mientras era perseguido muy de cerca por Gonzalo, apenas combatiendo muy poco. Luego se dirigió más al norte, hacia Popayán (actual Colombia).
En Charcas, el capitán Diego Centeno se sublevó contra los encomenderos, alzando la bandera del rey.
Gonzalo Pizarro, desde Quito, ordenó a su lugarteniente Francisco de Carvajal emprender campaña en ese nuevo frente, mientras él quedaba a la espera del virrey.
Mientras tanto El Virrey Núñez Vela siguió concentrado en Popayán, donde recibió refuerzos provenientes del norte; uno de los capitanes que se le sumó fue Sebastián de Benalcázar, el gobernador de Popayán.
A la vez que ganaba el apoyo de los curacas de la región, Poniendose al lado del Rey de España y cuya labor fue valiosísima a lo largo de toda la campaña, pues desabastecieron a los gonzalistas, aumentándoles la impaciencia que padecían por la prolongada inactividad.
Fue entonces que Gonzalo planeó una inteligente estrategia para sacar al virrey de Popayán, posición que consideraba difícil de atacar: dejando en Quito una pequeña guarnición a las órdenes de Pedro de Puelles, aparentó marchar al sur con todo su ejército, encargando a sus aliados indígenas propagar la versión de que marchaba en auxilio de Carvajal contra Centeno.
Cayó el virrey en el engaño y poco después sacó sus tropas de Popayán con intenciones de apoderarse de Quito. No contaba con que Gonzalo, en vez de pasar al sur, se había estacionado a tres leguas de Quito, a orillas del río Guayllabamba.
Cuando los espías del virrey descubrieron el engaño era ya tarde para retroceder.
Al ver que la posición de los rebeldes era demasiado ventajosa, Benalcázar aconsejó al virrey desviarse a Quito por un camino poco frecuentado, plan que fue aceptado.
Triste fue el recibimiento otorgado al virrey en Quito, donde sólo había mujeres quienes, conocedores de la superioridad de los gonzalistas, le reprocharon el haber ido allí a morir.
Entre tanto, los gonzalistas habían tomado también el camino hacia Quito.
El virrey, considerando poco propicio empeñar la defensa en la ciudad, arengó a sus tropas y les dio orden de salir a dar la batalla.
Batalla de Iñaquito y muerte del virrey Blasco Núñez Vela:
Luego de algunos movimientos, ambos bandos se enfrentaron el 18 de enero de 1546 en la batalla de Iñaquito, en el actual Ecuador. La contienda se inició con el fuego de la arcabucería realista, que inmediatamente fue respondido por el de los rebeldes.
Como lo prometiera, encabezó el virrey a sus jinetes, atacando la posición de Puelles; y fue tal su ímpetu que de un primer lanzazo tumbó a un caballero llamado Alonso de Montalvo.
El choque de ambas caballerías, casi iguales en efectivo, fue violento. Pero los arcabuceros gonzalistas vendrían a desequilibrar la lucha, cuando situándose en un flanco de los contrarios empezaron a diezmarlos con acertada puntería. El combate entre los infantes favorecía también a los gonzalistas, muy superiores en número.
Benalcázar fue herido por varios disparos, a la vez que eran muertos Juan de Guevara y Sánchez Dávila.
Muertos sus jefes, la infantería realista se desmoronó. A todo esto, la ya vencedora caballería rebelde arrollaba sin compasión, en tanto que los arcabuceros no cesaban de disparar.
El virrey, que valientemente se batiera por el flanco izquierdo, fue finalmente alcanzado por un hachazo que le asestó Hernando de Torres (un vecino de Arequipa), recibiendo herida mortal en la cabeza.
Al principio no lo identificaron por llevar el uncu o poncho inca encima de su armadura, pero poco después un soldado lo reconoció y la noticia llegó al licenciado Benito Suárez de Carbajal, «cuyo hermano que apoyaba a la rebelion Illán» había sido muerto en Lima por el virrey.
El licenciado se dirigió entonces para matarlo con sus propias manos y vengar así a su hermano, pero se lo impidió Pedro de Puelles, diciéndole que era una gran bajeza matar a un hombre ya caído.
Entonces Benito Suárez mandó a un negro esclavo suyo que degollase allí mismo al virrey, lo que aquel cumplió con un solo golpe impecable de sable.
La cabeza fue clavada y alzada en una pica para que la vieran todos.
La muerte de Núñez Vela terminó por desmoralizar a los últimos infantes realistas que aún resistían, los cuales fueron encerrados y aniquilados.
Sólo unos cuantos pudieron escapar, perseguidos por los jinetes gonzalistas, persecución que no se prolongó pues sobrevino la noche y Gonzalo hizo tocar las trompetas, reuniendo su gente y poniendo así fin a la lucha.
Gonzalo Pizarro ordenó traer a Quito el cuerpo del virrey Blasco Núñez Vela y retirar de la picota su cabeza, demostrando que dicha infamia había sido hecha sin su consentimiento; luego lo hizo enterrar honoríficamente en la iglesia mayor de la ciudad.
El caudillo rebelde asistió personalmente al entierro y mandó hacer misas por su alma, ordenando que todos llevasen luto por su muerte.
Dice el cronista Gutiérrez de Santa Clara, que un honrado vecino de Quito, llamado Gonzalo de Pereyra, de acuerdo con el sacristán de la iglesia, hizo poner sobre su sepulcro, a manera de epitafio la copla siguiente:
«Aquí yace sepultadoel ínclito Visorreyque murió descabezadocomo bueno y esforzadopor la justicia del rey;la su fama volaráaunque murió su persona,y su virtud sonará,por esto se le daráde lealtad la corona.»
Si señores ..Murió haciendo cumplir las leyes de su Rey..
Leyes que no eran para los españoles si no para proteger a los indígenas …
Murió haciendo la voluntad de su Señor Carlos I…
Tal y como se lo debía ya que le había jurado lealtad y obediencia …
«Mojando con su sangre los papeles de las leyes de su señor.»
Sirva su ejemplo como el de otros españoles que murieron como el por hacer cumplir dichas leyes….
Posteriormente sus restos fueron trasladados a la iglesia de Santo Domingo, en la ciudad de Ávila, España, su tierra natal.
El «Gran Gonzalo», como lo llamaban sus hombres, se convirtió en líder absoluto del Perú, y no faltaron quienes le aconsejaron de independizarse de la Corona española y que formara un reino aparte, enlazándose con una ñusta cuzqueña, de esta manera conseguirá ganarse el apoyo de las élites indígenas y así poder enfrentar la contraofensiva de los realistas.
Gonzalo no se dejó seducir por estos consejos, pues esperaba reconciliarse con la Corona y ser reconocido como Gobernador, en virtud de ser hermano de Francisco Pizarro, el conquistador del Perú. Pero por desgracia para él, eso no ocurrió.
El Pacificador Real
Pedro de la Gasca: «El Pacificador».
El asesinato de la primera autoridad del rey produjo mucha consternación en España, entonces, la corona dispuso castigar severamente a quien había atentado contra el virrey, el representante del rey en territorios conquistados.
Para ello, Carlos I envió a Pedro de la Gasca, con el título de «pacificador» para solucionar la situación.
El cual llegó previamente a Panamá el 13 de agosto de 1546, con la misión de ofrecer indultos reales y premios para aquellos encomenderos que decidiesen traicionar a Gonzalo Pizarro.
El primero en levantarse fue el general Pedro de Hinojosa y los demás jefes del ejército gonzalista, quienes en recompensa fueron perdonados por su rebeldía, Se le adhirieron luego Sebastián de Benalcázar, Pedro de Valdivia, el oidor Pedro Ramírez, el contador Juan de Cáceres y Lorenzo de Aldana, enviado del mismo Gonzalo.
En abril de 1547 La Gasca partió de Panamá con una flota de dieciocho navíos, y tras dificultosa travesía, desembarcó en el puerto de Manta (actual costa de Ecuador).
Prosiguió su ruta a lo largo de la costa hasta llegar a la desembocadura del río Santa (en el actual departamento de Ancash), y de allí se internó hacia la cordillera de los Andes, acogiendo varios contingentes de soldados, muchos de los cuales eran desertores del bando rebelde.
Aún así la campaña fue larga y favorable en repetidas ocasiones a los rebeldes con batallas como la de Batalla de Huarina….Especialmente dolorosa para los Realistas del Rey por contar con una amplia superioridad y ser derrotados..
Hasta que llegó la Batalla de Jaquijahuana y la muerte de Gonzalo Pizarro.
Finalmente, tras algunas escaramuzas iniciales, la batalla que aseguraría el control del Perú fue inevitable, el 9 de abril de 1548 en la Pampa de Jaquijahuana, el ejército realista al mando del capitán Alonso de Alvarado se impusieron a los de Gonzalo.
En realidad no hubo batalla, sino las fuerzas de Pizarro eran inferiores en número y prácticamente todas se pasaron al ejército de la Gasca, iniciando en desbande el oidor Diego Vásquez de Cepeda y el capitán Sebastián Garcilaso de la Vega, por lo que no hubo mayor lucha.
Gonzalo Pizarro, junto con su comandante más leal, Francisco de Carvajal, apodado el «Demonio de los Andes», fueron capturados en el campo de batalla.
La derrota de Gonzalo Pizarro se consumó pues, debido a «…la traición de sus hombres, quienes se pasaron al lado de las tropas de los leales al rey…»
Al amanecer siguiente, todos los rebeldes fueron decapitados, a excepción de Carvajal, que por ser plebeyo fue ahorcado.
Las cabezas de Gonzalo y Carvajal fueron enviadas a Lima y expuestas perpetuamente en la Plaza Principal, dentro de unas jaulas de hierro.
Años después, se sumó al conjunto la calavera de Francisco Hernández Girón, otro rebelde ajusticiado.
En 1563 todos estos cráneos fueron robados, según lo cuenta el tradicionista Ricardo Palma.
El cadáver descabezado de Gonzalo fue llevado al Cuzco y enterrado de limosna bajo el altar mayor de la iglesia de la Merced, donde ya estaban los cadáveres de Almagro el Viejo y Almagro el Mozo.
Posteriormente:
Después de haber hecho las paces en el Perú, Pedro de la Gasca se dispuso a reorganizar el virreinato.
Gobernó entre 1548 y 1549 como presidente de la Real Audiencia de Lima en sustitución de un virrey.
Luego regresó a España y dejó el gobierno a los cuatro jueces de la Real Audiencia de Lima hasta la llegada del segundo virrey del Perú, Antonio de Mendoza y Pacheco, en 1551.
En 1553, Francisco Hernández Girón encabezó otro levantamiento (Rebelión de Girón) contra el uso de las Leyes Nuevas que abolieron las encomiendas…
Hernández Girón fue un encomendero que participó activamente en la batalla de Jaquijahuana en 1548 en el bando leal.
Tras los primeros éxitos militares, los rebeldes fueron derrotados en octubre de 1554 en la batalla de Pucará. Francisco Hernández Girón fue ejecutado en Lima en diciembre.
Conclusión de los levantamientos
Y así España hacía cumplir las leyes del Rey…
Así se abolieron las encomiendas…A base de mojar el papel de sus leyes en la sangre de los que las desobedecían….
Si amigos míos.. Honor.. Honor y Gloria a los caídos.
Y esto señores…..Es Historia
Publicado por:
Mon Luca Aidan Badir.
Fuentes y Referencias:
Del Busto Duthurburu, José Antonio:
– La conquista del Perú. Empresa Editora El Comercio S.A., Lima, julio del 2011. ISBN 978-612-306-077-0- La pacificación del Perú. Empresa Editora El Comercio S.A., Lima, julio del 2011. ISBN 978-612-306-032-9
Inca Garcilaso de la Vega: Historia general del Perú. Tomos I, II y III. Editorial Universo S.A. Lima, 1972. Versión electrónica: Inca Garcilaso – Historia General del Perú.
Prescott, Guillermo: Historia de la conquista del Perú. Tomos II y III. Editorial Universo S.A. Lima, 1972.
Rostworowski, María: Historia del Tahuantinsuyu. Lima, Instituto de Estudios Peruanos, quinta reimpresión de la segunda edición, julio del 2008. ISBN 978-9972-51-029-8
Vargas Ugarte, Rubén: Historia General del Perú. Tomo I. El Descubrimiento y la Conquista (1524-1550). Editor: Carlos Milla Batres. Lima, Perú, 1981. ISBN 84-499-4813-4
Vega, Juan José: Historia general del ejército peruano. Tomo III. El ejército durante la dominación española del Perú. Lima, Comisión Permanente de la Historia del Ejército del Perú, 1981.
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